"Dar razón de la esperanza" (1 Pe 3,15)
de modo claro y profundo, con lenguaje actual y significativo, en clima orante y sapiencial
viernes, 25 de diciembre de 2020
Navidad 2020
lunes, 14 de diciembre de 2020
Ser o no ser
Hace tiempo que vengo preguntando, sin mucho eco, hasta dónde se estira la identidad católica.
¿Puede uno ser católico y a la vez sostener que el aborto no es un pecado? No es una cuestión de laboratorio sino una situación seria que se repite en muchos lugares. El presidente electo de los Estados Unidos, por ejemplo, dice ser católico pero no tiene reparos en promover el aborto planificado. Lo mismo ocurrió aquí en Argentina durante el debate de 2018 y vuelve ahora en 2020. Representantes de distintos partidos políticos votan por el aborto sin por ello sentir que su cristianismo tambalea. Sin embargo, el Presidente Alberto Fernández ha ido más lejos que ningún otro:
"Yo hice campaña con esta idea [del aborto]... y si bien yo soy católico, y muchos católicos piensan que el aborto es un pecado (...) aun así quiero confesar que soy un católico que cree que el aborto no es un pecado. Porque también en la historia del derecho canónico no siempre han tenido la misma mirada. Usted encuentra textos de san Agustín y santo Tomás donde ellos aceptan el aborto, en lo que ellos llaman antes de que el alma ingrese al cuerpo del feto. Claro. ¿Y cómo dirimían eso? Entre los 90 y 120 días (...) Los Padres de la Iglesia san Agustín y santo Tomás decían que, mientras que el alma no entrara al cuerpo, el aborto era posible (...) Pero marco esto para tratar de demostrar que ni siquiera en la Iglesia hubo una mirada unánime sobre esto en sus orígenes" (Entrevista en Minuto Uno por C5N del 10 de diciembre de 2020).
No transcribo las disquisiciones filosóficas-embriológicas del Presidente. Basta constatar con estupor la seguridad con la que expresa groseras falsedades teológicas. En realidad las falsedades no son sólo teológicas sino además históricas, porque existe una disciplina llamada historia del pensamiento. Y nadie con un mínimo de rigor intelectual puede decir que santo Tomás o san Agustín "aceptaban el aborto".
Fernández se alza como maestro de doctrina católica ilustrando a la Iglesia que, según parece, no sabe lo que sus doctores realmente han enseñando. Y eso salpicando frases como "muchos católicos piensan que el aborto es pecado", o "soy un católico que cree que el aborto no es un pecado".
¿Puede uno ser católico y sostener a la vez que el adulterio no es un pecado? ¿O la mentira? ¿Puede uno sostenerlo obstinadamente, públicamente? La doctrina y la moral, ¿son dos ámbitos separados? No se habla aquí del pecado cometido a causa de la propia debilidad. Todos somos pecadores. Se habla de la justificación del pecado, de su defensa.
Navegando por la web descubro que Fernández ya se había expresado antes de esta manera. Y el que quiera podrá encontrar fácilmente respuestas sólidas a semejante macaneo. Pero la cuestión sigue en pie: ¿existe algo así como una identidad católica? ¿En qué momento se deja de ser católico? Es verdad que en determinadas épocas se abusó de la autoridad magisterial, pero en este terreno no sólo se puede pecar por exceso sino también por defecto. El Nuevo Testamento ofrece numerosos ejemplos de cómo la comunidad cristiana debe custodiar su identidad. Si no lo hace se expone a la corrupción.
¿Le falta a nuestra Iglesia la sabiduría popular cifrada en el refrán el que calla otorga? Cuando nada se dice crece la confusión. Y eso hace que, aquí y allá, en el Norte y en el Sur, el nombre de católico resulte una etiqueta cómoda, incluso redituable, pero a la larga intrascendente.
de los que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas,
de los que vuelven dulce lo amargo y amargo lo dulce!
viernes, 11 de diciembre de 2020
Dura lex
Por un diálogo honesto.
Dura lex, sed lex decían los romanos. La ley puede entenderse como mera convención humana o como el reflejo de un orden intrínseco. Pero ¿qué justicia puede esperarse si la ley depende del capricho del legislador? Sin el respaldo del ius, la lex pierde referencia moral. Y puede llegar a ser un instrumento de suma injusticia. "Si el gobernante promulga leyes que sobrepasan los poderes que tiene encomendados... tales disposiciones tienen más de violencia que de ley. Porque, como dice san Agustín en I De lib. arb.: la ley, si no es justa, no parece que sea ley" (STh I-II 96,4 sol).
Llama la atención que teniendo todavía fresca la memoria de los atropellos de las dictaduras del siglo XX no seamos más exigentes al momento de fundamentar nuestras leyes. ¿En verdad seguimos adhiriendo al positivismo jurídico? ¿No nos merecemos una autocrítica?
Ley verdadera es la que siembra la justicia. ¿Y cómo se reconoce lo justo? Mediante la razón. Qué progresista resulta santo Tomás, tan ignorado en estos días: "la disciplina humana debe someterse en primer lugar al orden de la razón, lo que se indica con la palabra «justa»" (STh I-II 95, 3sol).
Entremos ahora en materia. ¿Tiene el legislador poder para decidir sobre una vida humana? No. ¿Es el embrión una vida humana? Sí. ¿Quién lo dice? La ciencia genética. ¿Y qué pasa si esa ley altera mis planes? Dura lex, sed lex. Porque la defensa del que está por nacer refleja una sabiduría de siglos y siglos, que no depende de la inteligencia de unos pocos sino que constituye la piedra fundamental de toda convivencia humana: no matarás.
¿Es que ya no corre lo de Cicerón? Salus populi suprema lex est - la suprema ley es la salud del pueblo, su sanidad, su bien (De legibus 3,3). ¿Es el embarazo una enfermedad? ¿Qué bondad hay en legislar para interrumpir la vida que llega como un don? Una nación que aborta es una nación más pobre, más traumada; menos dotada, menos alegre.
Los defensores del aborto dicen hablar en nombre de la razón. Pero cuál es esa razón que no encuentra asidero en la ciencia, sino más bien contradicción. Me gustaría, sinceramente, que pudiéramos hablar sobre esto.
martes, 29 de septiembre de 2020
El caso Amey Coney Barrett
¿Por qué ocuparnos de la nominación de una jueza en Estados Unidos? Porque es un caso testigo de cómo dialogan (o no) la fe y la razón.
Primero los hechos. El pasado sábado 26 de septiembre de 2020 Amey Coney Barrett fue presentada por el Presidente Trump como candidata a ocupar el cargo vacante en la Corte Suprema. El legajo de Barrett es impecable en el plano académico, profesional y personal. No se trata de Donald Trump sino de una nominación hecha en el marco de la ley. Pero resulta que se elevan fuertes críticas por su condición religiosa. De hecho, ya en 2017 la Senadora Feinstein le espetó lo siguiente: The dogma lives loudly within you. And that's a concern, algo así como "el dogma vive abiertamente, desembozadamente, en ti. Y eso es una preocupación".
En la mentalidad de Feinstein, que es la de muchos que ya han empezado a descalificar a Barrett de manera vergonzosamente desvergonzada, la fe católica es un lastre, un sesgo. Y aquí reside el malentendido. Mi punto no es discutir la candidatura de Barrett en concreto sino el razonamiento que subyace. La fe cristiana, ¿suma o resta racionalidad?
El cristianismo dirá con toda convicción que su adhesión a Dios, al dogma, no menoscaba la razón sino que la potencia. Independientemente de lo que sus críticos puedan pensar eso ya es algo importante, pues no todas las religiones se insertan de una manera tan firme en el horizonte de la razón. De hecho, Cristo es la Razón hecha carne. Logos sarx egéneto. O sea, al menos en la teoría el cristianismo se comprende a sí mismo como una religión de la razón, no irracional sino supra-racional. ¿Y qué significa eso? Que la razón es invitada a una lógica superior, más sensata, pero a la cual se accede mediante un acto de confianza, que no es otra cosa que un acto de amor. En el fondo no es tan difícil ni extravagante: el amor tiene su lógica, su racionalidad, que resulta una locura para los que están fuera porque están mirando desde otra perspectiva.
Pasemos ahora a Barrett. ¿Es ella una persona irracional? Como alumna fue la primera de su clase. En su carrera docente fue distinguida tres veces como profesora del año. En el plano laboral es reconocida por todo el espectro ideológico como una mente jurídica brillante con sobrada experiencia para el cargo. Se la conoce como una persona dedicada y respetuosa. Pero falta un ámbito más, el menos considerado hoy pero de suma importancia: la familia. Es llamativo cómo nuestro tiempo confía a menudo la "cosa pública" a gente incapaz de gestionar su "cosa privada". Un maestro dijo alguna vez: el que es infiel (adikós!) en lo poco también es infiel en lo mucho (Lc 16,10). Barrett está felizmente casada y es madre de siete hijos, dos de los cuales son adoptados de entre las naciones más pobres de la tierra. Y se ve que su casa está en orden, que es una mujer equilibrada, una madre querida por sus hijos.
Entonces cabe la pregunta: el temor de los detractores, ¿es real o infundado? Dicho de un modo más incisivo: ¿es racional o irracional? ¿Ha mostrado Barrett pensar o fallar "contra derecho"? Es curioso que los ataques no se dirijan a su competencia, a su probidad o a su sentido de la ley. Sería triste comprobar, y todo lleva a esa conclusión, que lo que en verdad molesta en este caso es la religión. O el hecho de que una persona religiosa demuestre de manera cabal su racionalidad y su felicidad.
* * *
La fe y la razón son como las dos alas con las que el espíritu humano se remonta a la contemplación de la verdad. Esta imagen de Juan Pablo II muestra que la fe y la razón están llamadas a complementarse. Y a corregirse mutuamente, como bien dijo en su momento Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Porque las patologías no sólo se dan en el ámbito de la religión sino también en el de la razón. Que cada uno revise si está pensando y obrando conforme a una razón digna del hombre, es decir, una razón atenta, honesta, juiciosa, serena, humilde, amorosa y siempre dispuesta a ensanchar su horizonte en la búsqueda de la verdad.
domingo, 14 de junio de 2020
Corpus Christi 2020
domingo, 12 de abril de 2020
Vigilia Pascual 2020
jueves, 9 de abril de 2020
Sobre el ayuno eucarístico de la cuarentena
domingo, 5 de abril de 2020
Ramos 2020
domingo, 22 de marzo de 2020
Sobre la cuaresma en cuarentena
domingo, 1 de marzo de 2020
I Domingo de Cuaresma – 2020
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