"Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados" (Miq 7,19). Imagen bautismal si la hay. Por el agua y por la sepultura. Que se hundan, que se ahoguen de una vez y que no vuelvan más. ¿Pero dónde hallaremos ese mar tan profundo? En el corazón de Jesús, de donde brotan las aguas de la salvación.
Dijo el Señor Jesús a santa Faustina:
“Deseo que durante esos nueve días lleves a las almas a la Fuente de Mi Misericordia para que saquen fuerzas, alivio y toda gracia que necesiten para afrontar las dificultades de la vida y especialmente en la hora de la muerte. Cada día traerás a Mi Corazón a un grupo diferente de almas y las sumergirás en este mar de Mi Misericordia. Y a todas estas almas Yo las introduciré en la casa de Mi Padre. Lo harás en esta vida y en la vida futura. Y no rehusaré nada a ningún alma que traerás a la Fuente de Mi Misericordia. Cada días pedirás a Mi Padre las gracias para estas almas por Mi amarga Pasión.
Contesté: Jesús, no sé cómo hacer esta novena y qué almas introducir primero en Tu muy misericordioso Corazón. Y Jesús me contestó que me diría, día por día, qué almas debía introducir en Su Corazón” (Diario, 1209).*
Será cuestión de volver a zambullirse. Y resurgir, tan limpio como aquella primera vez.
*La imagen es recurrente, por hablar sólo de la novena: 1209, 1210, 1211, 1213, 1214, 1216, 1218.
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