domingo, 18 de noviembre de 2007

Cáliz



¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
(Sal 116,12-13)



La copa es la vida. A veces llena, a veces medio vacía.

Y en la Biblia es la suerte, lo que a uno le toca vivir. “Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa” (Mt 26,39).

Quise para mi cáliz de ordenación sacerdotal una corona de espinas. Así se hace claro que lo que se bebe es la sangre de Cristo. Este detalle, sumado a otros de mi casulla, suscitaron en varios el mismo comentario: ¡Cuánta sangre! Y a mí me gusta responder con una cita del Levítico: es que “en la sangre está la vida” (17,14). Y si la hay en hombres y animales, ¡cuánto más en el Hijo de Dios! Porque en aquellos es vida, pero en éste, Vida se escribe con mayúscula.

Hice inscribir también tres palabras griegas. Una de ellas (dypsoo) significa “tengo sed” (Jn 19,28). Yo tengo sed de esa sangre, de esa Vida. Pero misteriosa y paradójicamente, Dios también tiene sed en Jesús de nosotros.

La copa quiso ser ancha y profunda, generosa –como el corazón de Dios. Así muchos podrán acercarse para gustar la salvación. Pero simultáneamente quiere ser un signo profético (escatológico). Difícilmente esa copa será llenada. Entonces habrá de recordarnos que somos peregrinos, que nunca el deseo estará colmado. Y en el anhelo herido reforzaremos la vigilia hasta que Él venga a buscarnos. Amén.