viernes, 18 de abril de 2008

"Vengan a descansar un poco"

Mc 6, 31


Conozco tus luchas y tus fatigas. Las conozco incluso mejor que vos. Sé que te cansás a diario y que muchas veces te preguntás a qué tanto correr. Sí; sé que otras veces reprimís la pregunta y la sepultás en ese viejo cajón de asuntos pendientes. No tengas miedo… Yo ya lo sé.

Conozco tus sueños y tus alegrías. Sé que estás hecho para las pequeñas grandes cosas de la vida cotidiana, y que a menudo rumbeás por lados que no te hacen bien. Puedo decirte qué es lo que más deseás, dónde encontrarías tu felicidad. Puedo aconsejarte. No tengas miedo… Yo ya lo sé.

Conozco tus frustraciones y tus incoherencias. Sé que te cuesta volver a intentarlo, volver a desear en serio. Sé que te amarga y te humilla tropezar siempre con la misma piedra. Hoy quiero perdonarte. No tengas miedo… Yo ya lo sé.

Conozco tus huidas, tus fugas de amor. Sé que tu cariño se ha entibiado y que tu oración vive de rentas. Sé que hace rato que no nos encontramos de verdad, y que no sabés –o no te animás- a dar el primer paso. Tranquilo. Yo lo doy. No tengas miedo… Yo ya lo sé.

Hacía rato que te estaba invitando y hoy estás acá. ¡Bienvenido! Quiero que descanses. En el fondo, no te podés imaginar lo feliz que me hace que hayas venido. Llamaba a la puerta de tu corazón y esperaba que me abrieras. Ahora puedo cumplir mi palabra: voy a entrar en tu casa y cenaremos juntos (Ap 3,20).