sábado, 30 de septiembre de 2017

Querer entender. A propósito de S. Jerónimo

Lc 9,43b-45. sábado semana 25 - año impar
La liturgia de hoy nos ofrece un breve fragmento del evangelio según san Lucas donde Jesús habla de su muerte. Pero como el giro es un tanto ambiguo, los discípulos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas. El episodio resulta perfecto en este día en que celebramos a san Jerónimo, patrono de los biblistas. La tarea de los que se dedican a la Sagrada Escritura es la de interpretar; arte por el cual se busca des-entrañar el significado -no siempre evidente- de la comunicación.

El primer punto consiste en tomar conciencia de la inevitable opacidad de nuestra condición humana. Es cierto que se puede hacer mucho por transparentar el discurso y, en definitiva, la propia alma; pero siempre habrá algo de penumbra sujeta a un posible malentendido. Dios nos dé la paciencia y la voluntad para intentar ir siempre más allá de la primera impresión. La madurez se juega en la capacidad de corregir o precisar cada día un poco más, evitando quedar anclados en lo que alguna vez vimos. Sólo así podremos hacer justicia a la realidad, que no sólo es dinámica sino que rebasa nuestra limitada capacidad de percibir. Por último, si esto es verdad en cualquier caso, cuánto más respecto de Jesús.


El segundo punto consiste en considerar por qué los discípulos temían interrogar a Jesús, siendo que no entendían. El motivo no parece ser el de una posible represalia ni tampoco el de pasar vergüenza. Sabemos que existe el temor a la verdad. ¿Queremos la luz? ¿Estamos dispuestos a asumir sus implicancias? Dios nos dé la gracia de preguntar con humildad y valentía, empeñando lo mejor de nuestras facultades a fin de conocer su voluntad, como dice Pablo, "lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (Rm 12,2). 

En síntesis. Envía Padre tu Espíritu Santo, para que abra nuestras inteligencias y encienda nuestros corazones, de manera que podamos asimilar fielmente el Evangelio de Jesús, tu Hijo, tu Palabra, el que explica como nadie tu insondable misterio de ternura. Lo pedimos para todos pero especialmente para quienes consagran su vida al estudio de la Escritura.