domingo, 19 de septiembre de 2010

Beato Newman

Es bien sabido que en la mentalidad bíblica, el nombre es más que la identidad. Es identidad que entraña una misión. Podemos decir entonces que Newman honró esta tradición, plasmando a lo largo de los años lo que ya estaba cifrado desde el comienzo. Newman, el hombre nuevo renacido en Cristo desde su bautismo en la confesión Anglicana; también el que aceptó un nuevo comienzo en la Iglesia católica.


No pretendemos aquí ser originales, sino apenas celebrar con toda la Iglesia el culto público a quien es todo un modelo cristiano; y cristiano católico. Qué decir de aquel varón de rasgos marcados cuya figura inspira quizás un ascetismo difícil, pero que nos habla a la vez de la seriedad de su camino espiritual. En Newman admiramos su fidelidad a la conciencia, como Voz que interpela y remite al misterio trascendente de Dios. Efectivamente, en más de un sentido Newman ha sido un solitario. Pero su soledad, la del que se anima a vivir sin otra guía que la amable Luz del Espíritu,[1] es la condición para una intimidad mayor con Dios: "solus cum solo".[2]


Hace décadas que los papas ven en Newman un estímulo, no sólo por haber sabido sufrir por la Iglesia (en nombre de y a manos de) sino por haber llegado a destino: la verdad conduce a casa. Su epitafio, asumido por el Vaticano II (LG 16), resume en cierto sentido toda su existencia: ex umbris et imaginibus in veritatem – desde las sombras y las imágenes hacia la verdad.[3] Si León XIII acostumbraba llamarlo “mi” cardenal, no menor es el afecto que le profesa Benedicto XVI. El papa alemán lo conoció ya en su juventud por medio de su maestro G. Söhngen, y quién podría dudar de que esa estima ha ido en aumento. La armonía entre fe y razón, la pasión indeclinable por la verdad, la fina percepción para las realidades invisibles, el sólido anclaje bíblico y patrístico de la gran Tradición, la liturgia como anticipo escatológico… Entre tantas amarguras, Dios le ha concedido a Benedicto la gracia de ser quien lleve a los altares al sobrio cardenal inglés. Dejo en suspenso esta fructuosa amistad, este juego de espejos en que dos vidas paralelas se potencian en la comunión de los santos.


Pero ¿quién fue Newman? Fue un cristiano que aunque rehuyó el aplauso del mundo, atrajo con su aguda prédica las miradas de su tiempo. Su extensa vida recorrió casi por entero el siglo XIX (1801-1890); y conoció, justo en la mitad (1845), el hito de la conversión. Músico y poeta, místico y apologista, teólogo y predicador, académico y pastor de almas. Newman es un fenómeno de gracia, una irrupción anticipada y por eso mismo incomprendida de los desafíos del siglo XX. Su legado, todavía en recepción, es más un espíritu que una receta inmutable. Apertura católica a la larga historia de la Iglesia para resolver los problemas que parecen nuevos pero que son los de siempre.


Otro Pablo, otro Agustín. El converso lleva en sí el fuego de la novedad. Newman desconcierta porque exige un compromiso arduo donde no hay lugar para el regateo.[4] Quemó las naves, abandonó prestigio y apostó todo por seguir a Cristo en la fe de Roma. Más allá de su trayectoria intelectual, debemos recordar –como él mismo hizo– que nadie da la vida por una idea. Newman nos habla de una fe íntegra e integral. Por eso, junto con Benedicto, queremos sintetizar su legado desde la síntesis que John Henry eligió para su lema cardenalicio. Cor ad cor loquitur: corazón que habla al corazón. En esta actitud cordial, respecto de Dios y de los hombres, reside el secreto de Newman. Interioridad que se abre a un diálogo amoroso, misterio de comunión profunda, Trinidad en Cristo revelada.



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[1] Cf. “Lead Kindly light”.

[2] Apologia pro vita sua, VI-2.

[3] El evidente tono platónico (sombras) se conjuga con la mentalidad bíblica. “Imágenes” hace alusión a lo que es mera figura, boceto, realidad imperfecta que remite más allá, es decir, al original. Todo ello en una visión dinámica (hacia) que dice tensión escatológica.

[4] “Señor haz de mí lo que Tú quieras, no pretendo regatear, no impongo condición…”.