Ayer murió en Irlanda el entrañable Hermano James "Jimmy" Doherty. Fue un religioso entregado a Dios y a los hombres. Tenía un gran corazón, y así supo ganarse el cariño de cientos y cientos de alumnos, que se reían de él con la altanería típica de los adolescentes. Él lo soportaba todo con una paciencia proverbial. Su contextura era frágil, su dicción cómica y sus clases no eran especialmente interesantes. Sin embargo, su humildad era conmovedora, aunque en ese tiempo no fuéramos capaces de reconocerlo. Ciertas cosas se aprecian mejor con la distancia de los años.
Entendió rápido que los argentinos teníamos la costumbre de hacer pasar el vicio por virtud. Por eso regañaba con frecuencia nuestra pretendida "viveza criolla". También recalcaba el valor de la honestidad con el divertido cuento It's ok, Son, everybody does it. Y nos decía que en el bolsillo siempre había que tener dos cosas: un pañuelo y un rosario.
En los últimos años se dedicó más y más al barrio José C. Paz, donde las necesidades eran (y siguen siendo) muchas. Todo en silencio, sin estridencias, ni reconocimientos. Qué manera de sembrar en la fe, la esperanza y el amor.
Dios te bendiga, querido Brother: espero el reencuentro en la Casa del Padre.
