jueves, 15 de julio de 2010

La derrota del pensamiento

Ante la aprobación en el Congreso del mal llamado "matrimonio homosexual"


"Honra a tu padre y a tu madre" (Ex 20,12)
"Cuando Jesús vio la ciudad se puso a llorar por ella" (Lc 19,41)


Aclaro el género literario de las siguientes líneas. Se trata de una lamentación, no de una queja. La lamentación es un grito a Dios, es una exposición de las penas pero con el ánimo creyente intacto. Con espíritu de hijo, seguro de su poder y de su misericordia, de su paciencia y de su señorío sobre la historia, elevo al Rey del Universo estos pensamientos... y no tengo dudas de que el bien y la veradad triunfan. "En el mundo tendrán tribulaciones, pero ánimo: Yo he vencido al mundo"(Jn 16,33).


Lo de anoche fue la derrota del pensamiento. No voy a intentar explayarme porque sería verdaderamente muy largo. Simplemente dejar constancia de que las ideologías perviven y obnubilan la mente. El mito del progreso "per se" ha vuelto y está haciendo daño. Como si las crudas lecciones del siglo XX no se hubieran aprendido: no siempre legalidad es sinónimo de justicia; no siempre mayoría (¿lo fue en este caso?) dice razón y verdad. Tener que soportar la inaudita y ridícula pretensión de asociar al régimen nazi la cosmovisión por siempre vigente: ayer y hoy, allá y acá... en todos las latitudes y épocas. ¿Dónde está ahora la protesta de la sociedad por estos exabruptos oficiales que deshonran no sólo a una senadora y a muchos argentinos sino también la memoria de la Shoah? ¡Reaccionemos argentinos! ¿Acaso el matrimonio no es una institución civil pre-cristiana? ¿Acaso no conocían los prudentes romanos la homosexualidad y las orgías? ¿Todos nuestros mayores eran retrógrados? Qué ingenuidad la nuestra. ¿O debo decir: qué soberbia? Reivindicar hechos privados para elevarlos a moralidad pública con el engañoso pretexto de que es la única manera de atender derechos. ¿Es ésta la única vía para garantizar cargas sociales? ¿No existen otras herramientas jurídicas para satisfacer reclamos de justicia social (?) sin homologarlo todo mediante una componenda inconsistente? ¿Tan grave es admitir que la legislación expresa un modelo de convivencia en dónde hay conductas que son privilegiadas por sobre otras? ¿Es que ya no hay lugar para moralidad alguna? ¿Quién me asegura que una vez caído el cuarto mandamiento no caiga luego el quinto?


En nombre de la diferencia se borran las diferencias: sofismas de minorías subyugadas por pasiones y presiones. Manifiestos actos de violencia institucional: los mismos que con falso tono de víctima denuncian oscuras movidas destituyentes son los que ahora conspiran contra el normal funcionamiento del poder legislativo promoviendo inexplicables ausencias en el recinto. Una ley sin debate profundo ni plebiscito, entre gallos y medianoche, ignorando la constitución y el sentido común, negando la experiencia de otros países, desoyendo la biología, la filosofía, la psicología, la ciencia jurídica... una ley en sí misma discriminatoria que barre con las madres en el Código Civil. ¿Qué diría Vélez Sarsfield? Jurídica y filosóficamente, los propulsores de esta iniciativa llevan la "carga de la prueba" de las acusaciones y reclamos que sostienen.



Y los niños... tantas veces decimos que son prioridad, pero hoy no lo son. ¡No experimentar con los chicos! Tan grande es el bien en juego que el sólo hecho de correr el riesgo de lastimarlos es inmoral. ¿Creen ustedes que a los argentinos les da lo mismo dejar a sus hijos -sí, tu hijo, no un niño hipotético- al cuidado de una pareja homosexual o de un matrimonio (léase, heterosexual)? Sin necesidad de hablar de bondades y virtudes individuales, que seguramente tendrán, como las tienen todos... ¿pueden en cuanto pareja brindar lo mismo a una criatura en formación?


Y le hacen el juego al demonio, aunque no lo quieran escuchar. Todos pasaremos de esta tierra y la lucha seguirá lo mismo. El que no lo puede ver, que no lo vea. Pero las cosas no dejan de ser como son porque una ley o una moda intelectual lo disponga. ¿No gusta la palabra demonio? ¿Y qué significa "maquiavélico"? La división y la mentira, la obstinación como un no querer ver ni escuchar... ¿hay conciencia de la importancia del tema? ¿por qué entonces no madurar mejor un consenso? ¿Nadie advierte la distracción que se busca? ¿Y la lejanía del pueblo en torno a estos temas? Dios juzgará un día, ciertamente con misericordia; y la Patria también demandará (según el conocido juramento). Puedo estar de acuerdo en no incluir la religión en la medida en que la discusión es pre-religiosa, pero no pos-religiosa. Negar toda dimensión trascendente al debate como modo de ganar "razones" parece no sólo una necedad sino un acto anti-patriótico (y anti-democrático). A la Constitución Nacional me remito. Y al que no le guste que lo acepte en espera respetuosa de una reforma o que se mude a otro país. Pero en esta tierra bendita Dios tiene algo más que una presencia decorativa: en esta tierra Dios es "fuente de toda razón y justicia". ¿Podríamos en este marco hermenéutico -Gadamer y Ricoeur como gararantes imparciales- legislar y hacer justicia al margen de Dios? Que quede asentada esta cuestión para futuros polémicos proyectos que querrán pasar por alto la voz de Dios (ayer luminosa y ahora incómoda) según la predicación cristiana.


Hora del mea culpa. Los cristianos, y muchos otros de buena voluntad, hemos sucumbido a la pasividad y al desprecio de la cultura cívica. En pleno discurso de apertura posconciliar nos hemos refugiado en las sacristías abandonando los areópagos modernos. ¡Triste lección la de ayer! Muy caro cuesta el repliegue y la comodidad. Muchas veces, como en aquella sublime parábola del samaritano, pasamos de largo ante la república caída y ahora la herida ya está mucho peor. Que la política es cochina, que los tribunales contagian negociados... excusas que no justifican nuestra ausencia.


Escucho el Evangelio de hoy y Jesús dice: "Vengan a mí, los que están afligidos y agobiados" (Mt 11,28). Es verdad, estamos afligidos y agobiados y dolidos y traicionados. Lloramos como Él lo hizo un día por su ciudad. Es de hombre (y de Dios) conmoverse por la decadencia -hoy vestida de festivo progresismo. Lloramos no porque allí se juegue el sentido de nuestra vidas... tanto más alta es nuestra esperanza y tantos más anchos nuestros horizontes. Lloramos por que damos un paso hacia atrás; y además duele el modo. Jesucristo, Señor de la Historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados, precisamos tu alivio y fortaleza: ¡queremos ser Nación!

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