domingo, 29 de octubre de 2017

La actualidad del hermano Carlos

Cuando ocurre algo así, no se lo deja pasar sin más. 

Supongo que no soy el único que suele volver a ciertos textos espléndidos, inagotables, verdaderas canteras espirituales. ¿Por qué retorno? Por mero placer. También para ganar luz en la noche, para sentirme menos solo y dejarme guiar por un hermano que vio más lejos. 

Pues resulta que en la noche de ayer volví a Carlos de Foucauld, a ese fragmento en que narra sus peripecias interiores hasta su llegada a Nazaret -llegada literal, no metafórica-. Es el 8 de noviembre de 1897, Carlos tiene 38 años, mi edad. Transitando el cuarto día de su retiro decide escribir su camino a casa. "Yo, mi vida pasada - Misericordia de Dios" cautiva desde el comienzo por su estilo personalísimo, altamente confidencial, donde la gratitud y la vergüenza se entrecruzan permanentemente. Leerlo es no sólo leer a san Agustín sino también leerse uno mismo en los meandros del alma humana. Lo que no recordaba y acabó en sorpresa fue un cierto detalle del momento culminante de su conversión (año 1886).

"La cuarta fue la gracia incomparable de dirigirme para recibir estas lecciones de religión al Padre Huvelin. Haciéndome entrar en su confesionario, uno de los últimos días del mes de octubre, entre el 27 de octubre y el 30 creo, Vos me habéis dado todos los bienes, Dios mío; si hay alegría en el cielo a la vista de un pecador convirtiéndose, ¡la ha habido ciertamente cuando yo entré en ese confesionario! ¡Qué bendito día, qué día de bendición! Y después de este día, mi vida no ha sido más que una cadena de bendiciones".

El testimonio es fuerte sobre todo conociendo la sinceridad de ese giro y la radicalidad tremenda con que luego siguió a Jesús pobre, ignoto, manso, hasta el día en que murió violentamente en Temanrasset, ciudad argelina en el Sahara. Pero todo se potencia al experimentar la Providencia, que quiso que me reencontrara con esa confesión en la mismísima fecha, aunque apenas 131 años después. En pocos días se cumplirán 120 años del escrito íntimo que sigue rugiendo con la fuerza profética de los santos (y que vale la pena leer por entero). 



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