sábado, 7 de febrero de 2015

Postal de verano

Mañana de verano en el microcentro porteño. El calor es intenso y la peatonal Florida está inundada de "arbolitos" cambiarios. Cambio, cambio. Las voces monocordes sondean a todos por igual. 

Uno de ellos me encuentra con la mirada y toda su persona me invita a detenerme un instante. Me dispongo a explicarle que no quiero cambiar ninguna moneda pero él me gana de mano. Padre, ¿me da una bendición? No termino de asentir y ya se ha quitado la gorra. La cabeza descubierta en señal de respeto y apertura al favor divino. Lo que san Agustín llama un "mendigo de Dios" (En. In Ps. 29,2,1; Serm. 56,6.9; Serm. 61,4). Todo es apenas un flash: un instante de gracia en medio del trajín estival. 

Al final hubo intercambio. Un santo comercio de bienes que la polilla no puede corroer. Una linda sorpresa. Como diría el amigo Carlos Galli: Dios vive en la ciudad.

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