domingo, 4 de octubre de 2015

Luján 2015

Otra peregrinación a Luján. Ya van 41 de estas masivas. Sobre esto propongo cuatro puntos breves.

1. La peregrinación es un testimonio contundente de fe. Decir testimonio es referir una publicidad. La fe sale a la calle: se hace ver y oír. Deja la reserva propia de los templos y las habitaciones para manifestarse sin complejos en la vía pública. En lo visible del hecho se revela una cuestión más profunda. La dimensión religiosa está presente y tiene su peso. Efectivamente, en silencio, sin levantar la voz, a manera de incontables hormigas, los peregrinos derriban hora tras hora el muro de exclusión que tiende a marginar la fe de la cosa pública. (Y de ese muro habla la tibia cobertura de los medios).

Como todo acontecimiento propiamente religioso, la peregrinación es un fenómeno irreductible. La sociología podrá describirla con cierto asombro pero nunca explicarla. Y allí está; desafiando nuestros cánones, refutando nuestros prejuicios, alzándose como signo de contradicción (Lc 2,34). Es el Cuerpo de Cristo hablando: "El que tenga oídos para oír, que oiga" (Mc 4,23).


2. La peregrinación es una expresión de identidad. Cuántas veces cantamos: "somos un pueblo que camina". Lo nuestro es progresar, paso a paso, sin desesperar, asumiendo que todavía no llegamos, que no somos lo que quisiéramos ser. Se camina como quien desea llegar a Dios, anhelando un cambio, una configuración más plena con Jesús. Pero no de manera calculadora sino inmersos en un cariño profundo, con gran sentido de gratitud. Desde aquí podemos captar mejor el lema de este año 2015: Gracias Madre por estar siempre, ayudanos a cuidar nuestra patria.

3. María está. Siempre. Lo sabemos en la fe. Lo experimentamos cuando la buscamos. Aunque es verdad que ella no pierde su estilo discreto. "Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre" (Jn 19,25). Estar es la forma primera de amar. En un mundo tan pendiente de los resultados podemos pasar por alto la presencia sutil pero firme de la Virgen. Peregrinamos para encontrar algo de su consuelo de madre. Para contarle en qué andamos y para agradecerle su fidelidad tan gaucha. Por eso nos embarga el entusiasmo. Queremos llegar para verla nomás. Y en eso también seguimos su ejemplo, como cuando ella fue meta spoudes, con una cierta prisa alegre, al encuentro de Isabel (Lc 1,39). 

4. Cuidar la patria, la tierra de los padres, la herencia que el Creador nos legó. Asumir la república, la cosa pública, como don de Dios y tarea de todos. Es nuestra. El Padre nos lo dice: "todo lo mío es tuyo" (Lc 15,31). Cuidar es un verbo mayúsculo en la Sagrada Escritura. Es la tarea principal que Dios le encarga al hombre en el Edén (Gn 2,15). No seamos mezquinos, no nos traicionemos. Seamos lo que estamos llamados a ser, personalmente y como nación. Llegan las elecciones como una instancia evidente en que nos proponemos cuidar la patria. Pero bien sabemos que el cuidado se concreta en mil y un detalles cotidianos, ocultos, aparentemente intrascendentes. 

Madre: ayudanos a ponerlos la patria al hombro, ayudamos a cuidarla y a cuidarnos, renunciando a los falsos atajos de las soluciones mágicas y trabajando para ser cada día más hermanos.

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