sábado, 8 de abril de 2023

Vigilia pascual 2023

La Resurrección de Jesús es alegría

La primera palabra de Jesús Resucitado es “Alégrense” (Mt 28,9). Esta noche la Iglesia estalla de alegría por Jesús Resucitado. No es para menos. La muerte ha sido vencida; y con ella, todas nuestras pesadillas. No es una alegría fácil, de cotillón, sino una alegría que asume la condición dramática del hombre. Una alegría capaz de beber el cáliz hasta el final. Una alegría tan fuerte que no sabe de olvido, sino de perdón. “Esta es la noche en la que Cristo rompió las ataduras de la muerte y surgió victorioso de los abismos” (Pregón pascual). Y nosotros re-surgimos con Él. No es una metáfora sino una realidad profunda, grabada en nuestra carne desde el día de nuestro bautismo. Llevamos impresa la marca de la cruz, que es ante todo una auto-entrega de amor. Entrega a los hombres, que no supimos (o no quisimos) comulgar con la inocencia del nuevo Adán; pero a la vez entrega confiada al Padre, en cuyas manos el Hijo decidió dormirse, en la certeza de que habría de despertar a la eternidad. Esta es la Buena Noticia: Jesús está vivo y la muerte no tiene la última palabra. 

Señor, te pedimos que nos confirmes en la Esperanza.


La Resurrección de Jesús es luz

La oscuridad al comienzo de la celebración nos permitió conectar con las sensaciones de un mundo sin Dios. Es terrible comprobar la falta de luz en nuestro tiempo. Si prestamos atención a las series, la música, las noticias, el humor, los dibujos infantiles, los boliches… ¡cuánta oscuridad! Y nos vamos acostumbrando a ese tono falto de color, falto de vida; tono gris, triste y por momentos ácido. Hoy encendemos el cirio pascual como un signo de Jesús Resucitado, que es la luz del mundo, y que espera de nosotros lo mismo. Ser luz en mi familia, en mi trabajo, con mis amigos… Donde quiera que vaya, ser testigo de la Resurrección, ensanchar el horizonte hacia Dios; que para Él estamos hechos, y sólo en Él descansa nuestro corazón. En un mundo fragmentado que se conforma con relatos parciales, con historias mínimas, con imágenes sueltas, nosotros gozamos con Jesús: principio, centro y fin de todo lo creado. Él es la pieza que da sentido al mosaico de la historia, la llave que abre los enigmas que nos angustian. Ya está: el Cordero ha vencido, el Buen Pastor ha regresado. No hay nada que temer. 

Señor, te pedimos que nos confirmes en la Fe.


La Resurrección de Jesús es libertad

El sepulcro de Jesús estaba asegurado por una piedra grande. Como si la muerte no fuera suficiente, la piedra viene a reforzar la idea de que se trata de algo irreversible. Sin embargo, las mujeres ven cómo la piedra es corrida. Para Dios nada es imposible. En esa piedra están todos nuestros pecados, todos los actos que nos alejan de Dios: incredulidad y cinismo, soberbia y egoísmo, mentiras y excesos, hipocresía y rencor, ira y vanidad… en una palabra: autosuficiencia. Pero la resurrección no es sólo un hecho físico, sino espiritual. Es más, Jesús vence a la muerte porque antes vence al pecado. Y en Él somos libres, libres para amar como Él nos amó. La resurrección es poder frente al mal, y libertad para el bien. En esta noche renovamos la gracia del bautismo, gracia de hijos en el Hijo. Es así: “la santidad de esta noche aleja toda maldad, lava las culpas, devuelve la inocencia a los pecadores y la alegría a los afligidos” (Pregón pascual). La gloria es darse sin reserva, servir con alegría y perdonar de corazón. Como Jesús. 

Señor, te pedimos que nos confirmes en el Amor.





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