viernes, 18 de abril de 2014

Postal de la Pasión según san Mateo

¿Qué duele más? ¿Un latigazo o una injuria? Es díficil decir. La noche de pasión junto a Jesús revela un nuevo episodio de amargura. Jesús, el Testigo fiel (Ap 1,5), soporta en silencio las mentiras de numerosos testigos falsos (Mt 27,59). A la Verdad no sólo le repugna la mentira, sino que le lastima. 

Se ve que los impostores eran tan lamentables que no lograban su cometido. Al final, Jesús mismo abrió paso a su condena, ya que, interpelado sobre su identidad, no negó la condición de Mesías. La respuesta que registra san Mateo esconde una ironía trágica: "Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia" (Mt 27,65). 


Etimológicamente, blasfemia significa "palabra torpe", "hablar mal"; de allí faltar el respeto y ofender con el lenguaje. A Jesús se lo condena por blasfemo cuando en realidad es la Palabra misma de Dios, el único que ha visto al Padre y el único que sabe hablar bien de Él. 

Qué tristeza y qué mansedumbre la de Jesús. Cuánto amor para soportar, ya no digamos disparates sino maldades. Reparar en los sufrimientos espirituales de Jesús en su pasión (Newman: mental sufferings) parece ser un camino bien fecundo: por un lado nos aleja del morbo sangriento, y por otro, nos lleva a interiorizar -por empatía- con el corazón de Jesús. Ahí está el partido.

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