domingo, 29 de mayo de 2016

Corpus Christi 2016

La eucaristía es el misterio de la fe. Dios se hace pequeño hasta el extremo ofreciéndonos, como dice Ireneo, la salvación en compendio

Frente a la difusa inquietud de los Doce por la multitud, Jesús los involucra de lleno en el asunto. "Denles de comer ustedes mismos" (Lc 9,13). En primera instancia la respuesta se percibe como una provocación. Y en cierto sentido lo es. Pero en un nivel más profundo se trata de una llamada, una auténtica vocación. No deben asumir en soledad la tarea que nunca podrían realizar en soledad. La clave del episodio está en que Jesús provee el pan: Jesús es el Pan. La fiesta del Corpus es una ocasión para renovar el asombro eucarístico del que hablaba Juan Pablo II. El milagro de la multiplicación apunta a otro milagro mayor; el de la presencia real, el de la conversión del pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Jesús.

"Denles de comer ustedes mismos" significa que Jesús quiere mediadores. No obra en soledad sino que suscita una dinámica de comunión. Los Doce son asociados como facilitadores del encuentro entre Jesús y aquella muchedumbre hambrienta. Hambrienta no sólo de pan sino fundamentalmente de vida en plenitud. Esa misión corresponde de manera especial a los sacerdotes, ministros ordenados, pero también, y de modo muy relevante, a todos los bautizados. Cada uno de nosotros puede acercar (o no) a Jesús a los demás. La fiesta del Corpus es una ocasión para meditar nuestra coherencia eucarística. Cuánto lastiman al sacramento nuestros escándalos. Puede ocurrir y ocurre que la comunión se vuelva un anti-signo. Van a misa pero después... El cuerpo de Cristo llama a un discernimiento (1 Co 11, 27-29).


Pablo des-cubre el signo. "Siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva" (1 Co 11, 26). Comulgar es realizar un anuncio. Implica abrazar la pascua, aceptando morir y resucitar con Cristo cada día. Entregarnos por los demás, aunque nadie lo valore. "El Padre que ve en lo secreto te recompensará" (Mt 6, 4). Comulgar es adoptar una lógica inclusiva, cultivar la verdadera fraternidad que supone reconciliación. La figura del sacerdote Melquisedec nos habla muy claramente de la bendición que envuelve el misterio eucarístico (Gn 14,18-20). La fiesta del Corpus es una ocasión para renovar nuestra alianza, con Dios y con los hombres. Sabemos que Jesús eucaristía puede regenerar los vínculos rotos de un tejido social harto deteriorado.


¿Qué nos pasa a los católicos que nos cuesta vibrar con la eucaristía? ¿Por qué la primera comunión de nuestros chicos es en muchos casos (virtualmente) la última? ¿Cómo hemos llegado a convencernos de que la misa dominical no es tan importante? ¿En qué momento separamos el culto de la vida (no al revés)? Dios nos conceda una fe vigorosa, sin fisuras, que nos permita reconocer al Señor verdaderamente presente en este humilde sacramento. Y que nuestra vida grite el gran secreto, el del fuego eucarístico que nos enciende en la caridad.

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No alcanza con ir a misa. Lo que cuenta es el cómo. Que no nos pase lo que el canta poeta:

       De hambre y de sed (narra una historia griega)
       muere un rey entre fuentes y jardines
                                             J. L. Borges, Poema de los dones

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