jueves, 7 de agosto de 2025

El amor cristiano mira siempre al más allá

Hace unos días leí un párrafo del teólogo griego Ioannis Zizioulas, que me llamó la atención por su contundencia. Inobjetable. Me hizo pensar en el desafío que enfrentamos hace tiempo en nuestra diócesis, como en tantas otras: no reducir la caridad de la Iglesia a la provisión de comida o ropa, o, en el mejor de los casos, a la promoción social mediante la enseñanza de algún oficio. Por supuesto que todo eso es necesario y en muchos ocasiones urgente. Pero no debería excluir ni dejar en penumbras la otra gran dimensión de la caridad: compartir la fe, a Cristo mismo, que es el Pan vivo que sacia el hambre más radical, el hambre de comunión y eternidad, el hambre de vida en abundancia. Todo esto lo sabemos y quisiéramos mejorarlo. Pero sencillamente no logramos reaccionar. Que el Señor nos inspire la respuesta evangélica que corresponde. 

Transcribo este texto en la memoria de san Cayetano, cuando el pueblo fiel se encomienda a Dios, a la Virgen y al santo patrono del pan y del trabajo. El mismo día en que, otro año más, sectores de la sociedad se valen de esta fiesta religiosa para -presuntamente- avanzar un casillero en su carrera política. Una cosa es preocuparse por los que menos tienen, reconociendo que se necesita ayuda de lo alto, y otra es mezclar el poder temporal con la piedad popular. Como yo lo veo, eso constituye una forma de usar el nombre de Dios en vano. Estaría bueno que se elevara al respecto una corrección fraterna o una denuncia profética. 


«Amar es decirle a un ser: Tú no morirás para siempre». La esencia moral de la escatología es el amor, porque la escatología trata de la resurrección y el amor no puede contentarse con nada que no sea la superación de la muerte. Dar de comer al hambriento es un acto de amor, pero no de amor verdadero si se limita a eso. El propósito fundamental de comer es no morir, y dar de comer a quien tiene hambre lo único que hace es retrasar su muerte. Es evidente que alguien podría responder que «esto es lo único que se puede ofrecer al semejante, lo que no se le puede dar es la vida eterna». Observación razonable, sin ninguna duda, pero que no agota el amor. El amor no se contenta con lo que se puede hacer, busca lo imposible. En este sentido no puede separarse de la fe y de la esperanza (1 Cor 13,13). Es «más grande» y, no obstante, son «estas tres cosas» las que permanecen (fe, esperanza y amor), pues el amor siempre va acompañado de «la garantía de lo que se espera y de la prueba de lo que no se ve» (Heb 11,1). La fe y la esperanza en la resurrección surgen como exigencia del amor.

I. Zizioulas, Teología en perspectiva escatológica, Salamanca, Sígueme, 2024, 72.

Dice san Máximo el Confesor: "La caridad no se manifiesta solamente en entregar dinero, sino sobre todo en comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales". Centuria 1, cap.1.

domingo, 3 de agosto de 2025

El cardenal Newman: Doctor de la Iglesia

Se comentaba como algo que podía ocurrir. Y ocurrió nomás. Los que se acercan a la figura de Newman perciben pronto la luminosidad de su camino: una teología sólida, una piedad fervorosa y una entrega generosa, donde no faltó la cruz. La Iglesia acaba de anunciar que el cardenal inglés será declarado Doctor de la Iglesia, lo cual significa que su magisterio no sólo merece confianza sino que es ejemplar. Desde ya que esto no implica que se lo deba seguir en todos los detalles, pero sí se lo reconoce como un guía seguro en Cristo.

Tal vez más adelante escriba otro poco sobre las razones y las consecuencias de este nombramiento. Pero ahora quisiera detenerme brevemente en la fecha en que se dio a conocer: 31 de julio, memoria de san Ignacio de Loyola. Deliberado o no, el hecho cae bajo el designio de la Providencia y corresponde plantear la pregunta: ¿hay algún sentido en que el día del anuncio haya sido precisamente ese? No me resultó difícil establecer un nexo entre el discernimiento de espíritus, tan característico de Ignacio, y la biografía teológica de Newman. En efecto, quien fuera fellow de Oxford buscó la verdad con pasión e inteligencia, no como un mero ejercicio académico sino como un auténtico ejercicio espiritual orientado a una decisión que respondiera a la mayor gloria de Dios. Y así corresponde comprender no sólo su ingreso al catolicismo romano, sino toda su vida, tanto antes como después de su conversión. El aporte de Newman a la espiritualidad ignaciana, por así decir, residiría en una mejor integración de la dogmática. Esto no significa que cada fiel debe ser un teólogo, pero sí que el discernimiento no puede obviar el principio doctrinal. En sentido inverso, Ignacio le aporta al camino newmaniano una peculiar atención a las mociones interiores. En tiempos de cambio el discernimiento resulta crucial, y la integración de Newman tiene mucho para aportar respecto del auténtico desarrollo doctrinal, a fin de distinguir -como diría Yves Congar - la verdadera y la falsa reforma en la Iglesia.


Cor ad cor loquitur