lunes, 18 de junio de 2007

Fernando Vallejo



Unas pocas preguntas le bastan a Fernando Vallejo para descargar buena parte de su veneno, y toda su desfachatez. Pero ¿quién se creerá este escritor que, a pesar de haber estudiado Filosofía y Letras, parece haber aprendido tan poco del amor a la sabiduría? Cuando cientos de serios estudiosos se abocan a la minuciosa investigación del “Jesús histórico”, este hombre se permite –sin exhibir crédito alguno- afirmar ¡terminantemente! la no existencia del carpintero de Nazaret. Conclusión: No es historiador, pero juega a serlo. Por otra parte, también opina sobre la Biblia. No es que yo pretenda que acepte el carácter inspirado del libro más influyente de la cultura occidental. Simplemente reparo en la extravagancia de opinar livianamente sobre la obra más fascinante y compleja de la humanidad. Nueva conclusión: No es biblista, pero juega a serlo.

Lo mismo podríamos decir de su mirada algo parcial de la Historia de la Iglesia (no vale la pena verter aquí sus arbitrarias y furibundas opiniones). Su auto-destierro no llorado (“la patria es una bandera, un himno, un partido de fútbol, es poquita cosa, un espejismo miserable y tonto) evidencia una valoración muy pobre de las raíces –la tierra de los padres-, y una lejanía -notable en un literato- respecto de la antigüedad y sus obras literarias más significativas.
A esta altura poco sorprende su religión, consistente en dos preceptos: 1. La no reproducción, “porque nadie tiene derecho a imponerle la existencia a otro, a sacarlo de la paz de la nada donde va a tener que volver” (al decir “paz de la nada”… ¿qué parte de NADA no entiende?); 2. El respeto a los animales que son nuestros prójimos, “yo defiendo la vida de los que están aquí, de las vacas que acribillan en los mataderos y los perros que matan los antirrábicos, no estoy defendiendo la vida teórica como la que puede ser un óvulo fecundizado por un espermatozoide, porque eso no llega a un gusano siquiera. Estoy defendiendo la vida real, no como la Iglesia católica”. Ad-mi-ra-ble. El intelectual se siente más prójimo (próximo) de los animales que de sus semejantes, a la par que ignora, tanto la antiquísima concepción del nonatus o nasciturus (no nacido o por nacer, según el Derecho Romano), como el moderno enfoque evolucionista del código genético.
“Los hombres sólo van hacia la muerte, ¿para qué poner a un nuevo ser en una aventura miserable?”. La cultura de la muerte en su máxima expresión. Desde estas líneas nuestra compañía –no la condena- a quien no puede ver otra cosa, otro Rostro. Pero a la vez, la voz alzada para una respetuosa “protesta”. No sea cosa que, ante el silencio, se entienda aquello de que “quien calla, otorga”.

Entonces señora, si usted agarró la revista Ñ del 16 de junio de 2007 –págs. 22-23- y al leer Vallejo pensó en el excepcional poeta peruano César… no se entusiasme. Éste se llama Fernando. Y si me acepta un consejo, antes que amargarse, siga desayunando. Que para charlatanes, desde la época de Sócrates, toleramos bastantes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Andrés:
Terminado el almuerzo me fui volando a la Biblioteca para hechar un vistazo a tamaña empresa,y riesgoza por lo demás.
Sencillamente quedé cautivado... seré un lector asiduo de tus migajas.
"Que Dios haga prósperas las obras de nuestras manos".
Ezequiel.

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