domingo, 1 de julio de 2007

I SAMUEL 8



I Sam 8 nos presenta un caso político: monarquía, ¿sí o no? Pero tenemos que advertir el contexto del relato. Contexto remoto; la Sagrada Escritura no es un tratado de Ciencias Políticas, sino una biblioteca teológica. Quiere ser –y es- una palabra que revele simultáneamente a Dios y al hombre. Contexto próximo; la aparente decisión administrativa implica una postura ante el Dios de la alianza. Es decir, congruente con una buena perspectiva cristológica, aquí el dilema político no se diluye ni se menoscaba sino que al contrario, se abre a lo más elevado del hombre: su religión.

“Se reunieron, pues, todos los ancianos de Israel” (v.4a). Tenderíamos a traducir anciano por sabio, y al pensar que todos estaban de acuerdo creeríamos que su parecer no podría sino ser acertado. Sin embargo, ellos no decidieron por cómoda mayoría (democráticamente) sino que “se fueron donde Samuel a Ramá” (v.4b). Es una tácita afirmación de que la cosa excede el plano civil. Y con todo hay algo más. Digno de mención en esta consulta es el reconocimiento de una instancia superior: la palabra del hombre de Dios, que no hace más que traducir lo que escucha. Samuel vive en Ramá; reparemos en esa cierta distancia que es soledad y es perspectiva. También nosotros hemos sido ungidos como profetas en el día de nuestro bautismo.

“Ponnos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones” (v.5). La visita no es una humilde búsqueda de consejo. Es más bien una imposición, el deseo de forzar una aprobación. “Disgustó a Samuel que dijeran:...” (v.6) porque bien interpretó lo que detrás se escondía: la abdicación de su fe. Por dos veces se oyó la voz del Señor: “Hazles caso” (v. 7.22). Nuestro Dios no retiene, no obliga...ama. Y amar es ofrecer y exponerse -aunque duela- al rechazo. A Samuel no le fue fácil, pero se le debe reconocer su escucha. Él no se guió por su instinto, sino que como profeta profirió, es decir “habló en nombre de”. Ser fiel a los criterios de Dios, incluso como mediador, suele ser difícil porque el puente vive la tensión de las dos orillas. Y es tanta la identificación con Aquél que envía que uno comparte su suerte aunque el resto no lo perciba. Así se entienden la aclaración del Señor, cuya lógica cuesta captar. “No te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos. Todo lo que ellos me han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, te han hecho también a ti” (v.7b-8).

Samuel como hermano que es, dialoga con los ancianos y les advierte lo que su decisión implica. La Teología se da la mano permanentemente con lo más concreto de la vida. Y por eso en su exhortación es de carácter práctico: alejados de Dios y su gobierno protector, no queda sino el desamparo y la opresión de los otros pueblos. La descripción es cruda, pero “el pueblo” (v.19) parece firme en su renuncia a la libertad. Es el eco de aquel viejo lamento...“en Egipto nos sentábamos junto a las ollas de carne, comíamos pan hasta hartarnos” (Ex 16,3).

Dos pensamientos. Seguramente la situación sociopolítica de Israel sería lamentable. No hay que simplificar el asunto; al contrario, hay que tratar de entrar y comprender el drama. Porque en el fondo es el drama de la fe: ¿creo en Dios o no? ¿espero aunque por el momento no vea? “Esperar contra toda esperanza”. Frase elocuente de nuestra fe, que es un sábado santo con la certeza de domingo. Pero sábado al fin.

Es curiosamente triste la argumentación de los ancianos ya que, paradójicamente, es de lo más adolescente. Por dos veces suena – y eso expresa un deseo firme-: “como todas las naciones” (v.5.19). ¡Cuántas veces tiembla y cae nuestra fe por no soportar la diferencia! Desviamos la mirada de lo que somos, perdemos nuestra identidad, y nos seducen otros proyectos porque en el fondo no nos convence lo nuestro. Vivir la alianza es portar el sello de la unción, la marca de la elección. Estamos llamados a asentir diariamente al sano orgullo de nuestra fe, a la escucha de “la voz del amado” (Ct 2,8) que incluso en los más abstrusos debates, viene a nosotros como “saltando por los montes y brincando por las colinas”.

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