jueves, 21 de marzo de 2013

El Papa Custodio

La homilía de asunción del Papa Francisco fue sencilla pero no banal. Además, fue eficaz, lo cual es más que un detalle comunicacional; es un acierto kerygmático, léase, evangelizador. Quisiera resaltar aquí su hondura teológica pues trae más de lo que parece. Veamos.   

San José es el Patrono de la Iglesia universal y su misión se resume en una palabra: "custodio" (custos). Custodio de la Virgen, de Jesús y de toda la Iglesia. Así nos lo enseña la liturgia: "Dios todopoderoso, que pusiste bajo la fiel custodia de san José los comienzos de la salvación humana...". Francisco quiso presentar su propio ministerio -y la identidad de todo bautizado- bajo la consigna de la custodia. "¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende". José vive en la "atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio".

San José

Entonces retoma la imagen bíblica de la construcción de la casa-familia-templo, que es la Iglesia. "Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su Palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu". No sólo se alude a un tipo de tentación que atraviesa toda la Biblia sino que es el mismo mensaje que había dado Benedicto en su asunción (24-4-2005). José custodia lo más santo "porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas". A través de esta panorámica obediencial se nos habla de la docilidad al Espíritu con los matices propios del carisma ignaciano (jesuita): discernimiento que permite obrar "con disponibilidad, [y] con prontitud". Y porque no se trata de un tesoro etéreo, confiesa con claridad "el centro de la vocación cristiana: Cristo". Desde allí comienza, naturalmente, una onda expansiva. "Custodiar a Cristo en nuestra vida, para custodiar a los demás, para custodiar lo creado". El orden es importante: se parte de Cristo. Quien no cuida a Cristo en su corazón difícilmente cuide bien del resto. 

Acá Francisco abre el juego e interpela a todo ser humano. Y nótese que al hacerlo predica con el ejemplo, asumiéndose como pastor que va más allá de los confines del rebaño. Ir hacia "la periferia de nuestro corazón" empezando por "los niños, los ancianos, quienes son más frágiles". Los de Buenos Aires ya sabemos de qué se trata. Con razón remite Francisco al Génesis, el terreno virgen de una condición que atañe a todo ser humano. Obviamente piensa en Gn 1,26-28 (el mandato de dominar la creación) y en Gn 2,15 (la custodia y el cultivo del Edén). Pero también piensa en la custodia fraterna herida por el crimen de Caín: ¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano? (Gn 4,9). El Papa enuncia relaciones primarias: esposos, padres e hijos, amigos. El partido del mundo de hoy se juega en la familia y la caridad empieza por casa. "Sean custodios de los dones de Dios".

Como muestra el drama de Caín, quien abandona su responsabilidad de custodio le hace juego al homicidio. El hombre se vuelve lobo del hombre. "Entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer". El movimiento de la homilía es perfecto. El horizonte se ensancha y llama la atención de "los que ocupan puestos de responsabilidad" y de los "hombres y mujeres de buena voluntad". Lo que parecía una tarea menor adquiere ahora todo su relieve. Custodiar la creación significa respetar "el designio de Dios inscrito en la naturaleza". Es mucho más que la sensibilidad ecológica que los mass media señalan. Francisco apunta a una ética que sigue los dictados de un orden previo, dado. Ética de la pobreza y de la humildad que no inventa sino que recibe con alegría y gratitud el don del Creador. Ética que no manipula sino que sirve: eso es custodiar. Aquí ya está enunciada la clave de respuesta cristiana a tantas demandas: aborto, eutanasia, matrimonio homosexual, manipulación genética, etc. Sin embargo, para eso hay que "vigilar nuestros sentimientos". Ahí está nuevamente el jesuita,  el director espiritual que sabe que el hombre no debe des-cuidar su jardín interior porque el pecado ronda agazapado (cf. Gn 4,7).

Caín y Abel

"No tener miedo de la ternura". Como dice un canto de Taizé: Dios es ternura. José es fuerte y tierno. "No es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor". Cuánto dicen estas palabras sobre el misterio del amor de Dios: poderoso y compasivo, fuerte y vulnerable a la vez. Dios es agape.

Francisco hace ver en qué consiste el poder que Pedro -él mismo- recibe de Jesús. A la confesión de amor, sigue precisamente la invitación a custodiar: apacienta mis ovejas (Jn 21). Aquí retoma la prédica de Benedicto: "Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz". La referencia es el juicio final tal como lo anticipa Mt 25,31-46: custodiar a todos, "especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños (...) al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado".

Juan Pablo II visita a su agesor: Mehmet Ali Agca
En José, lo mismo que Abraham, la luz de la esperanza brilla "contra toda esperanza" (Rm 4,18). No por nada ambos son padres en sentido paradigmático. Y esa paternidad es la que sacramentaliza el Papa. La paternidad de quien vela por la unidad del rebaño. A los padres-sacerdotes se los llama curas, que significa algo así como cuidadores/custodios. Porque curar no tiene ahí el sentido de sanar sino de cuidar y atender. Custodiar con amor es engendrar y hacer creíble la esperanza, "es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza".

Conclusión. De esta prédica prefiero ver lo que está y no lo que falta. Creo que Francisco encontró y ofreció un enfoque que condensa e ilumina nuestra fe. Porque el ser custodio se dice de muchas maneras, según los diversos protagonistas: Dios (Guardián y Pastor de Israel), el Papa, el bautizado y el hombre en general. Al menos a mí, me interpela.



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