jueves, 14 de marzo de 2013

Las palabras en los gestos


El primer encuentro del Papa con la gente ha sido sencillo, improvisado. No podría haber sido de otro modo.

1. El saludo propio de la calle y un toque de humor. La sonrisa es gracia. Es no tomarnos tan seriamente y descubrir que no somos distintos. El Papa piensa lo que pensamos todos y se ríe como nos reímos todos.

2. La oración por Benedicto: memoria y gratitud. Francisco nos hizo rezar. Nos recordó quién nos convoca y qué nos une. 


3. Nuevamente la oración; esta vez por él. Entonces un silencio denso y sagrado y el Papa que se inclina. La necesidad de una unción espiritual, una caricia para el alma, un sentido de familia donde todos nos necesitamos: “obispo y pueblo juntos… rezando unos por otros”. ¡Cómo impactó eso! El padre que se encoge, que calla y casi que reverencia a sus hijos. El gesto tuvo algo de baño ritual, como si fuera un lavado de pies (Jn 13). El pueblo de Dios que prepara y confirma a su propio pastor para la misión. Se lo apropia y lo consagra a su modo. Esa confesión de sinceridad y humildad significaron también un compromiso al servicio.


Puede que ayer hayamos tenido una clave importante para leer el pontificado de Francisco. También los gestos hablan… y evangelizan. “El mundo tiene más necesidad de testigos que de maestros”, dijo Pablo VI. ¿Poco explícito? La buena teología afirma que la humanidad puede y sabe hablar bien de Dios, porque "el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14). O como dijo Ireneo: la gloria de Dios es el hombre viviente. 

No voy a ahondar ahora en los gestos que se sucedieron en el día de hoy. Sólo digo: estemos atentos porque, aunque Francisco tiene buena retórica, a la mayoría de la gente le va a hablar sin palabras. Y ellos lo van a entender y lo van a amar. Porque la gente sencilla no se afana por discursos sino por ejemplos, algo tan viejo y eficaz como aquello de res non verba.

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