jueves, 2 de abril de 2015

Un buen comienzo

Yo soy, dice Dios, Señor de las Tres Virtudes.

La Fe es un gran árbol, un roble arraigado en el corazón de Francia.
Y bajo las alas de ese árbol, la Caridad,
mi hija la Caridad ampara todos los infortunios del mundo.
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril.
Y cuando se ve el árbol, cuando miráis el roble,
Esa ruda corteza del roble trece y catorce y dieciocho veces centenario,
Y que será centenario y secular por los siglos de los siglos,
Esa dura corteza rugosa y esas ramas que son
como un revoltijo de brazos enormes,
(Un revoltijo que es un orden),
Y esas raíces que se hunden y empuñan la tierra
como un revoltijo de piernas enormes,
(Un revoltijo que es un orden),
Cuando veis tanta fuerza y tanta rudeza, ese brote pequeño
y tierno no parece nada.
Es él el que parece un parásito del árbol, que parece comer a la mesa del árbol.
Como un muérdago, como un champiñón,
Es él el que parece alimentarse del árbol (y el campesino los llama chupones), es él el que parece apoyarse en el árbol, salir del árbol, no poder ser nada, no poder existir sin el árbol. Y, efectivamente, hoy sale del árbol, de la axila de las ramas, de la axila de las hojas, y ya no puede existir sin el árbol. Parece proceder del árbol, hurtar el alimento del árbol.
Pero es lo contrario, es de él de donde todo procede. Sin un brote que apareció una vez, el árbol no existiría. 

Ch. Péguy, El misterio de los santos inocentes


De mañana recordé estos versos al leer el muy oportuno editorial de La Nación, El milagro de la vida. Vale la pena entrar en los días decisivos de la Semana Santa recuperando el asombro por el misterio que nos inunda y nos excede. Necesitamos que Alguien venga a romper en nosotros los "pequeños sueños de orangután civilizado" (Fijman). No se puede tapar el Sol con una mano. Dios es grande y nosotros somos pequeños. O mejor, Dios es grande pero quiso hacerse pequeño. "No partirá la caña quebrada, ni apagará la mecha que humea" (Is 43,3).



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